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Por Claudio Fantini. La inmensa ola de inmigrantes que inunda Europa y la imagen de las pequeñas olas acariciando el cadáver de un niño, confirman lo que ya estaba a la vista: Siria se ha convertido en un gigantesco campo de concentración donde milicias fanáticas y sanguinarias llevan años cometiendo un genocidio.
De semejante agujero negro no podía salir otra cosa que una masa humana a la deriva, huyendo de las decapitaciones y los bombardeos.
Jordania, Líbano y Turquía acogieron millones de refugiados en los años recientes, pero hasta aquí Arabia Saudita, Qatar y las demás petro-monarquías del Golfo, miraron para otro lado y priorizaron combatir a la milicia chiita del Yemen, cuando a todas luces es en Siria e Irak donde está ocurriendo una tragedia de dimensiones oceánicas.
Al poner bajo su control el yacimiento de Yezl, ISIS logró en Siria el monopolio de la producción petrolera. Y si puede vender crudo a través de traficantes, es porque la frontera turca es hermética para los peshmergas (milicianos kurdos) y los dirigentes del independentista PKK, pero no para los contrabandistas de la peor calaña si hacen negocio con las fuerzas que luchan contra el régimen sirio.
Tras largos meses de pasividad total frente al exterminio que ocurre del otro lado de la frontera sur de Turquía, el presidente Erdogán ordenó bombardear algunas posiciones de los jihadistas, pero al mismo tiempo bombardeó a las milicias kurdas que pelean contra ISIS, mostrando que no está dispuesto a debilitar del todo al “califato” exterminador, mientras exista el riesgo de que nazca un Kurdistán independiente junto a su frontera.
Cuando la ciudad siria de Kobane se tuvo que defender sola del sitio criminal que imponían los jihadistas, la pasividad de Erdogán había mostrado que prioriza la caída del régimen alauita que aún subsiste en Damasco, por sobre el aniquilamiento de una población kurda.
El gesto histórico de Alemania y Austria, seguidos por la recepción de refugiados que anunciaron Francia y Gran Bretaña, limpia la imagen europea que, sobre todo, ensució la brutal insensibilidad el gobierno xenófobo de Hungría.
Falta ver si esta tragedia terminó de mostrarles que, si bien el régimen sirio es una dictadura, difícilmente pueda ser peor que lo que engendran las milicias criminales que lo enfrentan mientras perpetran el primer genocidio de la historia que se difunde al mismo tiempo que se está cometiendo.
Si Europa aún no lo entendía, lo acaba de confirmar la gigantesca ola de inmigrantes que inunda Europa y las pequeñas olas que acariciaron el cadáver de un niño en una playa de Turquía.
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