Por Claudio Fantini. A esta altura de la lista de muertos y de exiliados por desafiar a Vladimir Putin, el regreso a Rusia de Alexei Navalny es una prueba de coraje. Nadie sabe a ciencia cierta qué suerte le depara la prisión donde lo recluyeron. Nada garantiza que los derechos y garantías establecidos en las leyes rusas se apliquen a un líder disidente en un país sin poderes independientes.