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Por Claudio Fantini. Lo que cambió desde la elección porteña que dejó la ciudad en manos del PRO, pero consagró a Martín Lousteau, es que en el eleorado opositor ya no predomina la sensación de que Mauricio Macri es el mejor candidato para poner fin a los más de 12 años del kirchnerismo en el poder.
De repente, está claro que una cosa es ser el CEO de una empresa y otra el líder de un partido. Quien lidera una fuerza política es el principal estratega y no alguien que deja la estrategia en manos de un publicista como Jaime Durán Barba (ayer cometió otro error al comparar a Macri con líderes bolivarianos). Sin embargo, n Macri lo escucha y acata como si fuera Winston Churchill.
El empate técnico que le dio a Horacio Rodríguez Larreta el gobierno porteño, le quitó al actual jefe de la Ciudad de Buenos Aires la imagen de dirigente que tiene en claro cómo conducir el voto opositor hacia la victoria.
Ese domingo a la noche, el bailecito con globos del jefe del PRO se vio más kitsch y patético que las veces anteriores, porque la Argentina opositora empezaba a ver las fragilidades y derivas del bailarín. Y el discurso en el que Macri, en lugar de revalorizar el resultado propio reconociendo las cualidades de Lousteau, lanzó un reconocimiento (bochornoso por el momento y la circunstancia en que se dio) a las estatizaciones de YPF y de Aerolíneas Argentinas, corroboró esas derivas y fragilidades.
Macri tiene problemas para aglutinar el voto opositor al kirchnerismo. En segunda vuelta, tendrían más posibilidades Massa o Stolbizer (hoy más improbable).
Muchos comenzaron a ver lo que hace tiempo es evidente: el discurso del PRO no tiene contenido. El más opositor y antikirchnerista de los discursos lo esgrime Margarita Stolbizer y Sergio Massa, sin ser tan profundo en materia de corrupción y antirepublicanismo como lo es con sus investigaciones y denuncias la líder del GEN, tendría más chances que Macri de derrotar a Scioli en una segunda vuelta.
¿Por qué? Porque Massa despierta menos rechazo; porque critica al kirchnerismo en puntos clave (el juego, el copamiento del Estado a través de La Cámpora, etcétera) y porque su eslogan de campaña -“El odio se va”- tiene más contundencia opositora que los spots de Macri y los suyos tocando timbres y tomando mate con “la gente”.
Desde la elección de jefe porteño, se ve más claro por qué el kirchnerismo se ensañó más con Massa que con Macri, y por qué salió con decenas de millones a comprar intendentes massistas para crear la imagen de derrumbe que finalmente logró instalar.
Quizá las encuestas, puestas en evidencia como instrumentos de campaña, no mientan en que todavía Macri es el mejor posicionado de los candidatos opositores. Pero es posible que pronto empiece a quedar claro que Massa, y también Stolbizer, aunque con menos chances de entrar al ballotage, podrían aglutinar más al voto opositor que el candidato del PRO en una segunda vuelta.
Parece contradictorio o paradójico, pero también parece más lógico.