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Por Claudio Fantini. El mundo intenta dilucidar cómo será el gobierno de Donald Trump. El nuevo dueño del Despacho Oval, ¿será la continuidad lineal del candidato a la Presidencia, que a su vez fue una continuidad lineal del precandidato en las primarias republicanas? ¿O será un líder moderado, que se manejará en las políticas interna y exterior haciendo honor a la fama de gran negociador, que ganó como empresario?
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Por ahora, Trump ha emitido señales contrapuestas. Todo lo que dijo desde que alcanzó la cifra ganadora en el Colegio Electoral, muestra un giro copernicano.
Elogió a los Clinton después de haberlos denostado tanto. Habló largamente con Obama, dijo que había sido “un honor conocerlo personalmente”, y agregó que esperaba contar con sus consejos. Clamó “stop” a los supremacistas blancos que, eufóricos con su triunfo, pintaron grafitis y gritaron consignas contra los latinos.
Si el presidente será el que describen estos gestos y palabras, habrá en la Casa Blanca un Trump muy distinto al que se conoce desde hace décadas. Aquel magnate ostentoso, que usó fortunas en su propio culto personalista y que a menudo actuaba con vulgaridad.
Lejos de ese personaje cercano a lo grotesco y de aquel candidato estridente, está el Trump que apareció ni bien quedó definido el Colegio Electoral. Pero al lenguaje de los gestos, lo contradice el de los hechos. Y entre esos hechos están algunos nombres que suenan para su gobierno.
«Al lenguaje de los gestos lo contradice el de los hechos«.
El ya designado jefe de Gabinete de la Casa Blanca, Reine Priebus, llegó a encabezar el Consejo Nacional Republicano por su fuerte relación con el Tea Party, una agrupación de tendencias extremistas. Y como súper-asesor y estratega estará Steve Bannon, el hombre que dirigía el portal de Internet que ofició de vocero de la campaña Trump y difundió posiciones que alentaban la supremacía blanca y el segregacionismo, incursionando a veces en el racismo liso y llano.
También integraría el futuro gabinete Newt Gingrich, el azote que saboteaba desde la Cámara de Representantes (Diputados en la Argentina) al gobierno de Bill Clinton.
La otra señal preocupante surgida de los hechos, es la visita que acaba de hacer a Trump su amigo británico Nigel Farage, el ultranacionalista y euroescéptico que impulsó el Brexit.
En Europa, también festejaron eufóricos otros allegados políticos del ganador en Estados Unidos. Por caso, el partido de la familia Le Pen (Francia) y el xenófobo y archienemigo holandés de la Unión Europea, Geert Wilders.
¿Serán ellos, y no Merkel, Renzi y Holande, sus interlocutores europeos?