Por Juan Turello. Por momentos, Argentina suele estar aislada del resto del mundo en...
Suscribite al canal de Los Turello.
Por Claudio Fantini. En varias ocasiones, Donald Trump dijo que esperaba tener la aprobación de la vacuna contra el Covid-19 en octubre. Ni el asesor científico de la Casa Blanca ni los laboratorios que están trabajando contra el coronavirus dijeron que era factible en esa fecha. Los dichos del presidente norteamericano son considerados como una presión política sobre la entidad que debe aprobar la vacuna para que lo haga antes de las elecciones del 3 de noviembre. Es algo muy grave.
La consecuencia de esa presión daña la credibilidad de la vacuna, por ende, su efecto negativo no sólo afecta a Estados Unidos, sino al mundo entero.
La vacunación de grandes grupos de la sociedad tiene como origen el producto inventado por el científico inglés Edward Jenner, en el siglo XVIII, con la creación de la vacuna antivariólica.
La práctica se consolidó a fines del siglo XIX cuando Louis Pasteur produjo la vacuna contra la rabia.
Con el paso de los años, sin embargo, comenzó a crecer la desconfianza de un sector de la población por las vacunaciones masivas. En la actualidad, alcanza a una franja significativa de personas en todo el mundo.
A eso se suma la desconfianza que habrá específicamente sobre estas vacunas, debido a que la pandemia impone elaborarlas, probarlas, aprobarlas y producirlas en un tiempo menor al normalmente requerido.
El proceso que normalmente insume entre cuatro y siete años, esta vez se hará en menos de un año. La crisis sanitaria mundial obliga a preferir esos riesgos, antes que marchar de manera inexorable hacia cifras escalofriantes de muertes y de masivos daños psicológicos, económicos y sociales.
La desconfianza que esto genera pone en peligro el éxito que la vacuna puede tener en la lucha contra la pandemia, porque ese éxito es directamente proporcional al porcentaje de vacunados. Y el porcentaje decrecerá aún más si Trump logra que la FDA apure los tiempos para la aprobación.
Una cosa es que a la elaboración la apure la necesidad de revertir cuanto antes la ola mundial de contagios y de muertes, y otra, que la apure un gobierno por razones políticas.
Si las pruebas para verificar que el compuesto químico es seguro y eficaz fuesen completadas a mediados de octubre, la FDA tendrá que aprobarla después de los comicios, porque hacerlo antes sembraría a nivel mundial la duda de que fue por la presión presidencial.
Y esta vacuna –como otras que se experimentan en el mundo, por caso, las de Rusia, China y de la Universidad de Oxford, a la que adhirió la Argentina- debe nacer con la mayor credibilidad posible.
El presidente de Rusia, Vladimir Putin, impuso su aprobación antes de que se cumplimentara la fase 3, lo que dañó su credibilidad.
El daño ya está hecho, pero puede ser aún peor si la FDA aprobara la vacuna antes del 3 de noviembre. Afectaría su propia credibilidad, de la que depende la aceptación del producto en el mundo.
Esta nueva jugada de Trump en su afán de ser reelegido a cualquier precio, podría dañar el histórico prestigio logrado por la FDA.
Además, afectará la lucha contra la pandemia al restar la imprescindible confianza que requiere una vacuna.