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Por Claudio Fantini. Jamás las pruebas de la culpabilidad de un presidente han estado tan a la vista en el juicio político contra Donald Trump en Estados Unidos. Los senadores republicanos que decidan votar por la absolución del ex mandatario, actuarían contra evidencias irrefutables y contra el sentido común. Si por ellos fuera, los norteamericanos jamás habrían podido ver y escuchar todo lo que han visto y escuchado en estos días sobre uno de los sucesos más graves de la historia de Estados Unidos.
El Partido Republicano, bajo el actual liderazgo, ha dejado de cumplir el rol que tuvo siempre en la defensa de las instituciones y la democracia.
Trump transformó el escenario político. La derecha se dividirá inexorablemente. El Partido Republicano podría exorcizarse del liderazgo autoritario y personalista que lo abdujo y lanzó a una deriva extremista.
Si lo hace, volverá a ocupar el espacio de la centroderecha, pero a su lado nacerá un partido ultraderechista.
La otra posibilidad es que el partido de los conservadores deje de ser moderado y se entregue definitivamente al trumpismo, convirtiéndose en una fuerza ultraconservadora antisistema.
En ese caso, el ala moderada que tiene próceres como John McCain y figuras como Mitt Romney, se desprenderá y formará un nuevo partido situado en la centroderecha.
En cualquier caso, Trump habrá dividido a la derecha en Estados Unidos, y, donde siempre hubo un partido moderado que tiene un ala de conservadurismo duro, habrá dos partidos: uno de centroderecha y otro de derecha extrema.
De los cuatro juicios políticos que hay en la historia de Estados Unidos, los dos de Trump fueron causados por acontecimientos de gravedad institucional mucho mayor que los anteriores.
A diferencia de los casos anteriores y amén de los elementos probatorios que puedan añadirse durante el proceso, las pruebas de la responsabilidad de Trump están a la vista.
Las principales pruebas son los twits del presidente y los mensajes públicos convocando a una protesta que sólo podía tener por objetivo impedir la certificación legislativa del resultado electoral.
El presidente no podía desconocer que agrupaciones violentas utilizarían la manifestación para asaltar el Capitolio. Llevaba tiempo enviando mensajes cifrados a grupos supremacistas como Proud Boys y usinas de teorías conspirativas como Q-anon.
Si al convocar la protesta, Trump no imaginó lo que podía ocurrir, entonces actuó con suficiente negligencia como para ser inhabilitado para futuros cargos.
En rigor, el sólo hecho de haber presionado al gobierno de Georgia para que adultere el escrutinio en ese Estado, es una falta que amerita el impeachment.
No hay forma de absolver a Trump sin ser cómplice de esas acciones. Tampoco hay forma de que el conservadurismo salga de este trance sin dividirse.
Lo que falta ver es si el Partido Republicano elige volver al centro o continúa su deriva hacia el personalismo autoritario.