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Por Héctor Cometto. Parece que eligiera los momentos para provocar un mayor golpe de escena. Es que así como maneja los tiempos de su equipo, con lo que significa conducir Boca nada menos. También es un hábil estratega para direccionar sus pasos hacia la leyenda.
Justo en el Pacaembú y ante Corinthians. Rival y lugar en el que Juan Román Riquelme cometió el grave error de darse más importancia él que el todo antes de la final del año pasado, traspasando un límite que siempre mantuvo difuso, como en el Villarreal cuando se enfrentó con Pellegrini o en la Selección posmundial 2006, o tras el cruce con Maradona.
Esta vez fue reversible, y volvió. Y justo en el país que más lo motiva, en el que mejor se mide. Hizo un golazo.
Estadios agrestes, duros
“Bravo era jugar por plata en mi barrio, acá hay un alambrado, un árbitro, las cámaras”. Y Riquelme lo dijo cuando un 5 raspador del Palmeiras, como Galeano, lo había maltratado en los diarios en la previa de una de sus grandes actuaciones en Brasil.
Y otra vez con Carlos Bianchi en el banco, otro que intimida y genera pavura en los brasileños. Son los últimos pasos de un jugador que traspasó épocas. Es de otro tiempo, tal vez porque hoy no pasaría la quinta categoría porque lo considerarían lento.
Es un como Daniel Willington hoy, esos cracks de físico grande, de impactante técnica y mejor panorama. Manejan los tiempos sin apuros y se atreven a cometer lo que en estos tiempos es un verdadero sacrilegio: volver a empezar la jugada, dar un pase hacia atrás si es necesario, poner bajo la suela la pelota… y dominar estadios.