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Por Claudio Fantini. Lo de Novak Djokovic en Australia fue una cruzada internacional antivacuna. Y, posiblemente, el fallo que finalmente lo deportó de Australia, fue un acto de resistencia provacuna. Sobre su deportación, las bibliotecas jurídicas están divididas. La que no se dividió fue la clase dirigente de Serbia, el país del tenista, donde gobierno, oposición y grandes medios se embanderaron con el ídolo deportivo, y repudiaron al Estado australiano.
El gobierno serbio, con el presidente Aleksandar Vucic a la cabeza, se esforzaron para conseguir vacunas y pusieron en marcha un plan de vacunación masivo, que incluyó pagar 25 euros a las personas que acudieran a inocularse.
Sin embargo, salió públicamente a repudiar a Australia por la deportación de Djokovic.
En coro con la primera ministra Ana Brnabic, acusó al Estado australiano de ser “una farsa”, en el que “la política vence al deporte”.
Las autoridades serbias fueron acompañadas por muchas voces de la oposición y por el grueso de la prensa, en un país en el que la mayoría apoya la campaña de vacunación.
En la minoría antivacuna figuraba la popular cantante pop Jelena Karleusa, quien finalmente cambió de posición y llamó a los jóvenes a vacunarse para lograr la inmunidad de rebaño que el gobierno de Vucic considera indispensable para reducir las muertes e internaciones graves por Covid.
Quien no cambió de posición fue Djokovic. Por el contrario, el astro mundial del tenis se convirtió en un cruzado internacional contra la vacunación.
Perdió una batalla en Australia, pero visibilizó su causa y, seguramente, acrecentó en el mundo el temor a las vacunas y la cantidad de activistas antivacunas.
La intensidad del nacionalismo serbio se explica en la larga historia de este pueblo eslavo, que en el siglo V llegó a los Balcanes y se convirtió en vecino de los griegos, de quienes tomaron su religión, el cristianismo ortodoxo.
Tras la Primera Guerra Mundial -que estalló por un magnicidio cometido por el ultranacionalismo serbio-, la nación renació como Reino de los Serbios Croatas y Eslovenos, bajo el mando de un monarca nacionalista serbio: Pedro I.
La cruzada por Djokovic, por ser un ídolo en su país, activó el nacionalismo serbio en su versión más exacerbada.
Y tras la Segunda Guerra Mundial, volvió a renacer, ahora como estado socialista: la Yugoslavia del mariscal Tito, quien si bien era croata, luchó contra los ustasas pronazis de Croacia con milicias mayoritariamente serbias.
Yugoslavia, que significa “eslavos del sur”, fue un Estado en el que los serbios dominaron a croatas, a eslovenos, a bosnios, a macedonios y a montenegrinos.
La disolución de Yugoslavia mostró la fase criminal del ultranacionalismo serbio.
Slobodan Milósevic, el último presidente yugoslavo y primero de la Serbia post-Yugoslavia, llevó la guerra a Eslovenia, a Croacia, a Bosnia y, finalmente, a Kosovo, sembrando los Balcanes de masacres.
Lejos de aquella exacerbación criminal que cometió genocidios en Sarajevo y en Srebrenica, el nacionalismo serbio vuelve a mostrar su fase exacerbada, ahora sumándose a la cruzada antivacuna de Djokovic.